1º Capítulo (3º parte)

Como no se me ocurre nada que postear, y, por lo que parece, esto os gusta; os pongo otro trocito de la historia, libro, novela o como lo queráis llamar, que estoy escribiendo. No lo puedo asegurar con exactitud, pero os quedan dos partes más para acabar el primer capítulo, quien lo esté leyendo, claro. Digo esto por Rosi, que parece que tiene muchas ganas de empezar el segundo capítulo, no sé, supongo que le gustan los adelantos que hay escritos en su agenda (fruto de mis inspiraciones, que me vienen en los momentos menos oportunos). Bueno, no me retraso más, así que no pongo ninguna frase para recrear XD:









Cuando bajé del avión todo fue peor: ver las caras de toda esa gente saludando a sus familiares, amigos…Me recordaba irremediablemente a los míos, pero me había prometido no llorar otra vez, con una vez era más que suficiente. Palpé mi bolsillo para sacar el dinero que tenía para pagar el taxi que me llevaría al internado. Empecé a correr hacia la salida para no soportar más la angustia que llevaba dentro.

Salí, sin dejar de correr, y me metí en el primer taxi que se cruzó con mi mirada.
El taxista recogió mi equipaje y lo empotró contra el final del maletero del coche; mientras, yo entraba y me acoplaba, con parte de las maletas que no habían cabido detrás. Después de cerrar con dificultad la puerta del maletero del coche el taxista entró por la puerta del conductor y cuando se puso el cinturón preguntó:

-¿A dónde vamos?
Apresuradamente saqué la nota donde estaba apuntada la dirección del internado. Y la extendí a la altura de la mano del conductor, que la leyó y dijo:
-Muy bien-encendió el motor y nos pusimos en marcha.
-¿Tardaremos mucho en llegar?-pregunté, no es que tuviera prisa por llegar, es que me mareo en coche.
-Bueno…Esto esta un poco lejos, será una hora y media de camino.
Solté un pequeño bufido de desaprobación y me recosté de lado apoyando la cabeza en las maletas en un intento vago de dormir.
Sabía que no lo conseguiría así que me abstuve de cerrar los ojos, y me limité a mirar por la ventana.

El paisaje era bonito, de vez en cuando pasábamos por algún centro urbano pero en lo que resta era todo bastante marítimo: el mar, pájaros volando por las nubes, barcos a lo lejos…Pero no tiene nada que ver con Cartagena, toda llena de turistas en verano, playas y playas a rebosar, un calor abrasador. No. Aquí hace frío y no hay playa, hay rocas y acantilados. Bueno, lo único bueno era que si tenía algún deseo suicida siempre me podía tirar acantilado hacia abajo. Sonreí ante el pensamiento: se le podía sacar algo bueno a todo este sitio. Porque siempre me ha gustado el mar.